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Foto del escritorLa Liga

El 2001, x los ojos de un liguista

ALGUNOS RECUERDOS A VEINTE AÑOS DEL 20 DE DICIEMBRE DE 2001


A veinte años de las masivas movilizaciones populares de diciembre de 2001, que a pesar de ser reprimidos de manera sangrienta llevaron a la renuncia del presidente Fernando de la Rúa y su principal ministro Domingo Cavallo, y luego la del presidente interino Adolfo Rodríguez Saá, queremos recordar esos días de lucha y homenajear a quienes cayeron entonces recordando esos días a través del relato de algunas de las acciones cumplidas por la Liga en el área metropolitana, narradas por uno de los abogados liguistas que se dedicaron a recorrer comisarías y asistir jurídicamente a las personas perseguidas.

“El martes 18, ante la probabilidad de que se produjeran detenciones masivas, tuve una reunión con varies abogades jóvenes para explicarles cómo actuar en una comisaría para agilizar la libertad de las personas detenidas.

El miércoles 19 por la tarde nos informaron que habían reprimido a los habitantes de un sector de la Villa 21-24 conocido como la toma. Fuimos hacia allá en un vehículo (éramos dos liguistas –nuestra presidenta Graciela Rosenblum y yo-, junto con dirigentes del MTL, como Carlos “Chile” –la propia Graciela también reunía esa condición-. Mientras íbamos para allá, escuchamos el anuncio del estado de sitio y que el jefe de la PFA había ordenado acuartelar esa fuerza.

Al llegar vimos que no había heridos de consideración. Cuando me retiré rumbo a casa, en un supermercado cercano pude observar un carro de asalto de la PFA con todo el personal, que incluía un efectivo armado con un subfusil. Dada la gravedad de ese hecho, avisé a les compañeres del MTL.

A poco de llegar a casa, me avisaron del MTL que varios carreros habían sido detenidos acusados de saquear un supermercado y los tenían en la Comisaría 34º (la misma cuyos efectivos habían sido responsables del homicidio de Ezequiel Demonty). Así que volví hacia el sur de la ciudad, cuando ya había anochecido.

En la 34º no me permitieron ver a las personas detenidas, pero pude permanecer allí durante un par de horas. Estaba sentado cerca de la oficina del jefe de servicio, así que podía escuchar cómo llamaban a cada uno de los policías que estaban de franco para que se presentaran y cómo en muchos casos, a pesar de ser una de las comisarías con peor reputación represiva, un alto porcentaje de los convocados “se hacían negar”, ya que sus mujeres contestaban que habían salido y no conocían dónde ubicarlos o frases parecidas (en esa época tener celulares no eran habitual). Incluso, al terminar su turno, varios policías se fueron de la seccional, violando la orden de acuartelamiento, ante el enojo de sus jefes. Ahí me enteré de la renuncia de Domingo Cavallo.

Ya por la madrugada, un amigo me pasó a buscar para llevarme a casa. Al acercarnos a Rivadavia comenzamos a cruzarnos a cientos de personas que iban caminando hacia la Plaza de Mayo, en pequeños grupos, sin banderas. Estaba claro que el estado de sitio no iba a ser acatado.

Por un momento pensé en unirme, pero sabía que el día siguiente iba a ser muy largo, así que preferí descansar al menor unas horas.

Para el 20 de diciembre estaba anunciada desde hacía varios días una movilización unitaria de la izquierda, que incluía al PC, al MST, al PTS, al PCR, al PO y otras fuerzas. Estaba previsto que fuera desde Congreso a Plaza de Mayo, pero las fuerzas policiales impedían el avance directo por Avenida de Mayo (además, había refuerzos policiales por Entre Ríos, entre ellos motos biplazas del GOM, pintadas de negro, que luego estuvieron activas en la represión a les manifestantes).

Cuando quedó claro que no era posible una movilización pacífica, varies compañeres comenzaron a sacar baldosas para su autodefensa.

Las reacciones callejeras contra la represión eran claras. Había quienes contestaban los ataques y quienes se limitaban a ponerse como objetivo llegar a la Plaza de Mayo y buscaban todas las vías posibles para lograr acceder allí. Bastante pronto circularon las imágenes de la montada contra las Madres. Quedaba claro que la represión era brutal y que había incluso alguna compañera que tenía en riesgo la visión de un ojo, pero todavía no sabíamos de la existencia de muertos.

Junto al legislador porteño comunista Patricio Echegaray, Cintia Castro, ex presa política y entonces militante de la Liga, recorría las comisarías del microcentro (al mismo tiempo que colaboradoras de Patricio y un cafetero, al ver la represión desde el despacho, situado sobre Diagonal Sur, arrojaron varios objetos para tratar de obstaculizar las acciones criminales de los uniformados). Así se iba conformando, de a poco, la nómina de personas detenidas. Nuestra presidenta, Graciela, estaba en la Liga con otres compañeres, tratando de actualizarla y de ubicar a las personas que no aparecían (era habitual que muchas organizaciones populares, cuando algune compañere faltaba a la cita de control, avisaran a la Liga para que ayudáramos a buscarle).

Recuerdo que una compañera abogada, Rosario, le tocó la tarea de irse hasta Mercedes, donde había un gran número de detenidos bajo control de la Gendarmería.

A mí me tocó, junto a una joven abogada, Rosa Herrera, concurrir a la Comisaría 6º, que estaba pocas cuadras al sur del Congreso de la Nación. Al ir desde la Liga (situada entonces en Corrientes y Callao) pasamos por Riobamba y Rivadavia, donde un grupo de manifestantes resistía a la policía que ya había ocupado la esquina de Callao.

Llegados a la Comisaría, no pudimos ver a las personas detenidas, pero logramos que nos trajeran la lista de todas. Antes de que pudiéramos salir de la seccional, el mismo policía nos pidió un momento la lista y nos la devolvió recortada, sin incluir las personas detenidas a disposición el PEN, argumentando que le acababan de ordenar que esos nombres no debían ser informados, por no tratarse de detenides a disposición de un juez.

Cuando volvimos a pasar por Riobamba y Rivadavia, esa esquina ya estaba bajo el control policial, pero como todavía no estábamos informados de las muertes, pasamos justo por delante de la fila de escopeteros. Por suerte, no empezaron a disparar hasta que no estuvimos a media cuadra de distancia. Nos tiraron (a nosotres y al resto de quienes estaban por Riobamba) con gases. Eran tan fuertes que no pudimos llegar a la Liga y nos refugiamos en un local del PC, una cuadra antes.

Allí vimos cómo los integrantes del GOM reprimían a los manifestantes, entre ellos a varias personas que conocíamos porque habían sido defendidas de la Liga.

No sé cuándo me enteré del asesinato de “Petete” Almirón, compañero de CORREPI, Calculo que fue en algún momento de esa tarde.

Ese día, lo más cerca de la Plaza de Mayo que llegué fue el borde este de la Plaza Lorea (o Congreso) y, desde el noroeste, la zona de Tribunales.

A la noche avisaron que había personas vinculadas al MTL detenidas en la Comisaría 12º. Al llegar allí (con uno de los abogados jóvenes de la reunión del martes) nos enteramos de la renuncia de de la Rúa. Tampoco logramos ver a les detenides, que iban a ser indagades al día siguiente, pero estuvimos largo rato ahí adentro. Muy tarde, cerca de la madrugada, un oficial se comunicaba desde Plaza de Mayo reclamando porque lo habían enviado allí con un móvil por la mañana y seguía esperando un relevo u órdenes de cesar el servicio. Luego me enteré de que era el mismo policía que según el expediente había detenido sin ayuda a mis futuros defendidos y otros dos supuestos saqueadores.

El 21 de diciembre, por la mañana, me tocó asistir en declaración indagatoria (en un Juzgado de Menores del 7º piso del Palacio de Tribunales) a dos detenidos del día 19. Años después, ellos y otros dos hombres fueron juzgados y absueltos por un Tribunal Oral encabezado por Eduardo Luis Duhalde, histórico defensor de DD.HH. que, sin olvidarse de su condición de periodista, nos entregó a los abogados la sentencia al mismo tiempo que nos daba una nota lista para entregar a los medios. Probablemente fue el primer juicio vinculado a diciembre de 2001.

Más tarde recibimos la noticia de que un muchacho de H.I.J.O.S., motoquero como varios de ellos, estaba detenido en la Comisaría 53º por haber discutido con un automovilista acerca de los hechos que estaban sucediendo. Fui hasta allá, a la vuelta del Zoológico, pero al poco tiempo lo soltaron.

No recuerdo qué día fue el entierro de “Petete” Almirón. Tal vez el domingo 23. Fue una concentración masiva. Concurrí, pero estaba con fiebre y allegar al cementerio no pude bajar del auto de mis compañeros en el que iba.

Al poco tiempo vendría las represiones del 29 de diciembre de 2001 (la de Plaza de Mayo y Congreso primero, la de Floresta a la tarde siguiente, tras conocerse el asesinato de los tres pibes en la estación de servicio, cometido por un suboficial retirado de la PFA llamado a prestar servicio –es decir, reintegrado a su función represiva-).

Y siguió también el trámite de las causas judiciales contra numerosas personas detenidas en ambos hechos, más las querellas y los reclamos por las personas muertas y heridas.

Rápidamente, la Liga se consolidó como uno de los puntos de apoyo a los manifestantes en los reiterados cacerolazos a Plaza de Mayo que se realizaron durante el 2002.

Inclusive, cuando en la Interbarrial de Parque Centenario se decidió armar un espacio para cuidar de la seguridad de les manifestantes, se acordó que se realizaran dos reuniones semanales (una en la Casona de Colombres y otra en la Liga), a la vez que la Liga se comprometió a garantizar un sistema de guardias en el local (invitando a quienes quisieran sumarse) las noches de movilización, hasta que todas las asambleas confirmaran que sus integrantes habían regresado sanos y salvos a sus barrios. Numerosas noches nos quedamos hasta altas horas de la madrugada –alternábamos la tarea de guardia pasiva con la participación activa en las movilizaciones-, porque algune asambleísta distraíde se había olvidado de dar el presente a su grupo al terminar la actividad o había partido hacia otro rumbo.” RECUERDOS A VEINTE AÑOS DEL 20 DE DICIEMBRE DE 2001 A veinte años de las masivas movilizaciones populares de diciembre de 2001, que a pesar de ser reprimidos de manera sangrienta llevaron a la renuncia del presidente Fernando de la Rúa y su principal ministro Domingo Cavallo, y luego la del presidente interino Adolfo Rodríguez Saá, queremos recordar esos días de lucha y homenajear a quienes cayeron entonces recordando esos días a través del relato de algunas de las acciones cumplidas por la Liga en el área metropolitana, narradas por uno de los abogados liguistas que se dedicaron a recorrer comisarías y asistir jurídicamente a las personas perseguidas. “El martes 18, ante la probabilidad de que se produjeran detenciones masivas, tuve una reunión con varies abogades jóvenes para explicarles cómo actuar en una comisaría para agilizar la libertad de las personas detenidas. El miércoles 19 por la tarde nos informaron que habían reprimido a los habitantes de un sector de la Villa 21-24 conocido como la toma. Fuimos hacia allá en un vehículo (éramos dos liguistas –nuestra presidenta Graciela Rosenblum y yo-, junto con dirigentes del MTL, como Carlos “Chile” –la propia Graciela también reunía esa condición-. Mientras íbamos para allá, escuchamos el anuncio del estado de sitio y que el jefe de la PFA había ordenado acuartelar esa fuerza. Al llegar vimos que no había heridos de consideración. Cuando me retiré rumbo a casa, en un supermercado cercano pude observar un carro de asalto de la PFA con todo el personal, que incluía un efectivo armado con un subfusil. Dada la gravedad de ese hecho, avisé a les compañeres del MTL. A poco de llegar a casa, me avisaron del MTL que varios carreros habían sido detenidos acusados de saquear un supermercado y los tenían en la Comisaría 34º (la misma cuyos efectivos habían sido responsables del homicidio de Ezequiel Demonty). Así que volví hacia el sur de la ciudad, cuando ya había anochecido. En la 34º no me permitieron ver a las personas detenidas, pero pude permanecer allí durante un par de horas. Estaba sentado cerca de la oficina del jefe de servicio, así que podía escuchar cómo llamaban a cada uno de los policías que estaban de franco para que se presentaran y cómo en muchos casos, a pesar de ser una de las comisarías con peor reputación represiva, un alto porcentaje de los convocados “se hacían negar”, ya que sus mujeres contestaban que habían salido y no conocían dónde ubicarlos o frases parecidas (en esa época tener celulares no eran habitual). Incluso, al terminar su turno, varios policías se fueron de la seccional, violando la orden de acuartelamiento, ante el enojo de sus jefes. Ahí me enteré de la renuncia de Domingo Cavallo. Ya por la madrugada, un amigo me pasó a buscar para llevarme a casa. Al acercarnos a Rivadavia comenzamos a cruzarnos a cientos de personas que iban caminando hacia la Plaza de Mayo, en pequeños grupos, sin banderas. Estaba claro que el estado de sitio no iba a ser acatado. Por un momento pensé en unirme, pero sabía que el día siguiente iba a ser muy largo, así que preferí descansar al menor unas horas. Para el 20 de diciembre estaba anunciada desde hacía varios días una movilización unitaria de la izquierda, que incluía al PC, al MST, al PTS, al PCR, al PO y otras fuerzas. Estaba previsto que fuera desde Congreso a Plaza de Mayo, pero las fuerzas policiales impedían el avance directo por Avenida de Mayo (además, había refuerzos policiales por Entre Ríos, entre ellos motos biplazas del GOM, pintadas de negro, que luego estuvieron activas en la represión a les manifestantes). Cuando quedó claro que no era posible una movilización pacífica, varies compañeres comenzaron a sacar baldosas para su autodefensa. Las reacciones callejeras contra la represión eran claras. Había quienes contestaban los ataques y quienes se limitaban a ponerse como objetivo llegar a la Plaza de Mayo y buscaban todas las vías posibles para lograr acceder allí. Bastante pronto circularon las imágenes de la montada contra las Madres. Quedaba claro que la represión era brutal y que había incluso alguna compañera que tenía en riesgo la visión de un ojo, pero todavía no sabíamos de la existencia de muertos. Junto al legislador porteño comunista Patricio Echegaray, Cintia Castro, ex presa política y entonces militante de la Liga, recorría las comisarías del microcentro (al mismo tiempo que colaboradoras de Patricio y un cafetero, al ver la represión desde el despacho, situado sobre Diagonal Sur, arrojaron varios objetos para tratar de obstaculizar las acciones criminales de los uniformados). Así se iba conformando, de a poco, la nómina de personas detenidas. Nuestra presidenta, Graciela, estaba en la Liga con otres compañeres, tratando de actualizarla y de ubicar a las personas que no aparecían (era habitual que muchas organizaciones populares, cuando algune compañere faltaba a la cita de control, avisaran a la Liga para que ayudáramos a buscarle). Recuerdo que una compañera abogada, Rosario, le tocó la tarea de irse hasta Mercedes, donde había un gran número de detenidos bajo control de la Gendarmería. A mí me tocó, junto a una joven abogada, Rosa Herrera, concurrir a la Comisaría 6º, que estaba pocas cuadras al sur del Congreso de la Nación. Al ir desde la Liga (situada entonces en Corrientes y Callao) pasamos por Riobamba y Rivadavia, donde un grupo de manifestantes resistía a la policía que ya había ocupado la esquina de Callao. Llegados a la Comisaría, no pudimos ver a las personas detenidas, pero logramos que nos trajeran la lista de todas. Antes de que pudiéramos salir de la seccional, el mismo policía nos pidió un momento la lista y nos la devolvió recortada, sin incluir las personas detenidas a disposición el PEN, argumentando que le acababan de ordenar que esos nombres no debían ser informados, por no tratarse de detenides a disposición de un juez. Cuando volvimos a pasar por Riobamba y Rivadavia, esa esquina ya estaba bajo el control policial, pero como todavía no estábamos informados de las muertes, pasamos justo por delante de la fila de escopeteros. Por suerte, no empezaron a disparar hasta que no estuvimos a media cuadra de distancia. Nos tiraron (a nosotres y al resto de quienes estaban por Riobamba) con gases. Eran tan fuertes que no pudimos llegar a la Liga y nos refugiamos en un local del PC, una cuadra antes. Allí vimos cómo los integrantes del GOM reprimían a los manifestantes, entre ellos a varias personas que conocíamos porque habían sido defendidas de la Liga. No sé cuándo me enteré del asesinato de “Petete” Almirón, compañero de CORREPI, Calculo que fue en algún momento de esa tarde. Ese día, lo más cerca de la Plaza de Mayo que llegué fue el borde este de la Plaza Lorea (o Congreso) y, desde el noroeste, la zona de Tribunales. A la noche avisaron que había personas vinculadas al MTL detenidas en la Comisaría 12º. Al llegar allí (con uno de los abogados jóvenes de la reunión del martes) nos enteramos de la renuncia de de la Rúa. Tampoco logramos ver a les detenides, que iban a ser indagades al día siguiente, pero estuvimos largo rato ahí adentro. Muy tarde, cerca de la madrugada, un oficial se comunicaba desde Plaza de Mayo reclamando porque lo habían enviado allí con un móvil por la mañana y seguía esperando un relevo u órdenes de cesar el servicio. Luego me enteré de que era el mismo policía que según el expediente había detenido sin ayuda a mis futuros defendidos y otros dos supuestos saqueadores. El 21 de diciembre, por la mañana, me tocó asistir en declaración indagatoria (en un Juzgado de Menores del 7º piso del Palacio de Tribunales) a dos detenidos del día 19. Años después, ellos y otros dos hombres fueron juzgados y absueltos por un Tribunal Oral encabezado por Eduardo Luis Duhalde, histórico defensor de DD.HH. que, sin olvidarse de su condición de periodista, nos entregó a los abogados la sentencia al mismo tiempo que nos daba una nota lista para entregar a los medios. Probablemente fue el primer juicio vinculado a diciembre de 2001. Más tarde recibimos la noticia de que un muchacho de H.I.J.O.S., motoquero como varios de ellos, estaba detenido en la Comisaría 53º por haber discutido con un automovilista acerca de los hechos que estaban sucediendo. Fui hasta allá, a la vuelta del Zoológico, pero al poco tiempo lo soltaron. No recuerdo qué día fue el entierro de “Petete” Almirón. Tal vez el domingo 23. Fue una concentración masiva. Concurrí, pero estaba con fiebre y allegar al cementerio no pude bajar del auto de mis compañeros en el que iba. Al poco tiempo vendría las represiones del 29 de diciembre de 2001 (la de Plaza de Mayo y Congreso primero, la de Floresta a la tarde siguiente, tras conocerse el asesinato de los tres pibes en la estación de servicio, cometido por un suboficial retirado de la PFA llamado a prestar servicio –es decir, reintegrado a su función represiva-). Y siguió también el trámite de las causas judiciales contra numerosas personas detenidas en ambos hechos, más las querellas y los reclamos por las personas muertas y heridas. Rápidamente, la Liga se consolidó como uno de los puntos de apoyo a los manifestantes en los reiterados cacerolazos a Plaza de Mayo que se realizaron durante el 2002. Inclusive, cuando en la Interbarrial de Parque Centenario se decidió armar un espacio para cuidar de la seguridad de les manifestantes, se acordó que se realizaran dos reuniones semanales (una en la Casona de Colombres y otra en la Liga), a la vez que la Liga se comprometió a garantizar un sistema de guardias en el local (invitando a quienes quisieran sumarse) las noches de movilización, hasta que todas las asambleas confirmaran que sus integrantes habían regresado sanos y salvos a sus barrios. Numerosas noches nos quedamos hasta altas horas de la madrugada –alternábamos la tarea de guardia pasiva con la participación activa en las movilizaciones-, porque algune asambleísta distraíde se había olvidado de dar el presente a su grupo al terminar la actividad o había partido hacia otro rumbo.”

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