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Foto del escritorLa Liga

Recordamos a Guillermo Kehoe, un abogado que tomó partido en favor de lxs trabajadorxs



Por Olivier Reboursin


Bien dice el gran Rodolfo Walsh en un célebre texto dedicado a la gesta del “Cordobazo” que por conocido y hasta remanido, no pierde ni un poco de su vigencia, que: "Nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes ni mártires. Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores” y que “La historia aparece así como propiedad privada cuyos dueños son los dueños de todas las cosas”.


Guillermo Juan Kehoe, es sin lugar a dudas un ejemplo de esos héroes y mártires del pueblo argentino: una figura fundamental de la lucha de la clase obrera por su emancipación, un emblema de la pelea integral por los derechos humanos, la vigencia de las libertades y garantías públicas; un combatiente en definitiva, de la causa de los valores de la humanidad. Nacido en la ciudad de Rosario el 21 de julio de 1913, Kehoe se incorporó a las actividades políticas siendo aún muy joven, cuando aún era un estudiante de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional del Litoral, en tiempos en que el antifascismo era la divisa universal de las corrientes democráticas, populares y humanistas.


En 1936, año del comienzo de la guerra civil española tras el levantamiento del fascista Franco, que mostraba en el resto de la vieja Europa, el ascenso de varias dictaduras brutales, ante el silencio cómplice de los “gobiernos democráticos” de algunas potencias, y que aquí tenía su expresión autoritaria y fraudulenta de la mano de la “Concordancia” de radicales de derecha, conservadores y “socialistas independientes”; decidió incorporarse a la Federación Juvenil Comunista luego de un breve paso por la Unión Cívica Radical.


Una vez recibido de abogado, decidió poner su conocimiento y su matrícula al servicio de las luchas de lxs trabajadorxs representando a los sindicatos de la construcción y de la industria de la carne. Durante la primera mitad de la década del 40 del siglo pasado, Kehoe desarrolló una importante tarea como laboralista y para 1948 fundó junto con otrxs compañerxs, la filial de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre en su provincia. En junio de 1955, tras el criminal bombardeo a la Plaza de Mayo por elementos golpistas de la Armada que causó la muerte de más de trescientas personas y ochocientos heridxs -hecho que sería fuertemente condenado en un comunicado nacional de la Liga al día siguiente-, las fuerzas represivas del Estado desataron en varios lugares, una vez más su fuerza sobre la ciudadanía encarcelando ilegalmente a dirigentes y militantes opositores, aún cuando muchos de ellos habían salido a repudiar la intentona golpista de los marinos propiciada por los poderes fácticos del imperialismo yanqui y sus voceros locales de la Sociedad Rural, el gran empresariado, la Iglesia Católica y otros.


Entre los más de sesenta secuestradxs en las razzias policiales que tuvieron lugar en Rosario, por los que Kehoe, y sus compañeros de la Liga Adolfo Trumper y Alberto Jaime interpusieron rápidamente las correspondientes acciones de Habeas Corpus, estaba el médico y militante comunista Juan Ingallinella. El cuerpo de Ingallinella, torturado en las dependencias de la policía de la ciudad, jamás aparecería nuevamente. Frente al caso del secuestro y desaparición de Ingalinella, la Liga además de realizar las gestiones judiciales correspondientes a través del equipo jurídico comandado por Kehoe, promovió la conformación de una comisión que reclamaba el juicio a los captores y asesinos del médico, integrada por algunos de sus dirigentes nacionales como Alcira de la Peña, Carlos Sánchez Viamonte y Rodolfo Aráoz Alfaro y otros referentes políticos y sociales, como Florindo Moretti, Rodolfo Ghioldi, Alicia Moreau de Justo, Alfredo L. Palacios, Bernardo Houssay y Emilio Troise.


La pertinaz acción de Kehoe, Trumper y Jaime, quienes debieron soportar todo tipo de atropellos y obstáculos en el cumplimiento de su deber, entre ellos, su propio encarcelamiento y las torturas de mano de los mismos asesinos y desaparecedores de Ingallinella, tendría sin embargo, un año después del secuestro del médico, sus frutos. Los tribunales condenarían a los policías intervinientes en el crimen y su encubrimiento correspondiéndole al “sordo” Lozzón (el mismo que había torturado personalmente a Kehoe), la pena de veinte años de prisión y distintas condenas a todos los demás involucrados, aunque finalmente todos los condenados a penas privativas de la libertad fueron liberados tras cumplir los dos tercios de la pena “por buena conducta”. Años más tarde, el 24 de febrero de 1964, la CGT de Rosario realizó un plenario en la sede del Sindicato de Cerveceros.


El acto terminó en un enfrentamiento armado entre un grupo de Tacuara y otro del Partido Comunista, que dejó tres muertos y seis heridos. Dos días después, en represalia por el suceso, un familiar de uno de los muertos atacó a balazos a los abogados integrantes de la Liga Adolfo Trumper y Guillermo Kehoe. Kehoe fue herido en la cabeza y fallecería tras agonizar varios meses el 6 de mayo de 1964, Trumper resultó herido en el antebrazo izquierdo y la ingle. El agresor, Telmo Porfirio Galarza, declaró que conocía sólo a Kehoe, pero supuso que, por el hecho de acompañarlo, Trumper también era comunista y agregó, en un intento de “justificar” el ataque, sintió una especie de temblor porque “la presencia de comunistas lo conmovía e indignaba”.


Así, uno de los abogados que fundara la Liga en Santa Fe, que defendiera desde el momento mismo de su graduación a lxs trabajadorxs, los humildes y todas las víctimas de la explotación en su provincia y que consiguiera lo que parecía inconcebible unos años antes, que se condenara judicialmente a más de diez funcionarios policiales por el secuestro, tortura, asesinato y desaparición del cuerpo de un militante, moría asesinado a los 51 años de edad y a manos del anticomunismo irracional y violento. Su memoria, valorada como la de alguien que no se comporta como un letrado del sistema, sino como un luchador con tareas específicas en el marco de la pelea por la sociedad justa, fue afortunadamente reconocida y recuperada en los últimos años.


Así, en el año 2000, una Comisión impulsada por reconocidas personalidades de la política y la lucha por los Derechos Humanos de Rosario, entre los que se contaban entre otrxs, los liguistas Adolfo Trumper y Lindolfo “Lide” Bertinat le rindió el debido homenaje en el Centro Cultural Bernardino Rivadavia de esa ciudad, en un acto donde hizo uso de la palabra además del mencionado Trumper, el entonces presidente de la LADH, Carlos “Chango” Zamorano. En 2014, al cumplirse cincuenta años de su asesinato, a instancias -una vez más de Bertinat- y a partir de un proyecto de un proyecto de ordenanza de los concejales del Frente para la Victoria Norma López y Roberto Sukerman, Kehoe fue declarado “post mortem”, como Ciudadano Distinguido como defensor de la libertad en Rosario. También fue homenajeado en ese año por la Asociación de Abogados Laboralistas de su ciudad junto con otros dos reconocidos abogados miembros de la Liga rosarina: Adolfo Trumper y Alberto Jaime, colocándose placas en conmemoración de los tres luchadores por los DDHH en la Plaza del Foro.


Dijo alguna vez de él su amigo, colega y compañero en la pelea por la vigencia de los derechos del pueblo y lxs trabajadorxs, Adolfo Trumper: “Sus demandas laborales no hacían el centro en citas doctrinarias y jurisprudenciales que, como signo de imparcialidad, suelen hacer los abogados. Centraba su actuación en una objetiva descripción de los hechos y en un claro y correcto ofrecimiento de prueba, lo que le permitía lograr, en la gran mayoría de los casos, un éxito rotundo. Sin embargo agregaba calificaciones disvaliosas contra sus demandados, llamándolos explotadores o chupasangres, lo que no es común en los escritos judiciales pero es sumamente revelador de su postura, belígera y parcial, que como decía el jurista Bielsa, debía ser la postura del abogado”.


Y el poeta comunista Alfredo Varela, lo inmortalizó en su célebre “Abono Inagotable”, evocándolo: “Peleador del Derecho, que algún día vendrá como querías…Te batiste con todo: Con el Código y la acción de masas. Te jugaste hasta el último latido”. La tarea de quienes queremos cambiar la historia, tiene que ver entonces, entre otras cosas, en rescatar a cada unx de esxs mártires, a cada unx de esxs luchadores y ponerlxs en el lugar que corresponde. Rescatarlxs del anonimato al que tantas veces lxs ha condenado la historia oficial y otras historias oficiosas, que perpetúan esa cadena de dominación a la que hacía alusión desde las páginas de CGT, el órgano de la CGT de los Argentinos, el gran escritor, periodista y militante revolucionario que fuera secuestrado y asesinado por la última dictadura cívico-militar. Se trata en definitiva, al recuperar la memoria de nuestros mártires, de nuestros luchadorxs, de dar cumplimiento a aquello a lo que nos llamaba Walter Benjamin en sus tesis sobre la historia.


Traer hoy la memoria de un militante y profesional comprometido hasta el final como lo fue Guillermo Kehoe, es precisamente “adueñarse de un recuerdo tal y como relumbra en el instante de un peligro”. En tiempos que algunos discursos de odio, macartismo e individualismo intentan resurgir y obtienen el apoyo de los grandes medios de comunicación, traer a Kehoe, como a tantxs otrxs, no es sólo un ejercicio de memoria democrática y por la vigencia de los Derechos Humanos, sino también parte de un accionar colectivo, para lograr de una vez, que ese enemigo, que siempre ha vencido, deje de vencer.

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