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Foto del escritorLa Liga

Carabobo, Ayacucho, la máscara de Fernando VII, San Martín y Bolivar, la senda está trazada…

In memorian de Roberto Santucho y Rodolfo Ghioldi, cada uno a su manera pensaban que el antimperialismo es la ideología de la lucha americana

El 24 de junio de 1821, hace exactamente doscientos años, los ejércitos patriotas que Bolivar había organizado, unido y comandaba, vencieron en una batalla decisiva para la Independencia de América: se liberaba una de sus capitales, Caracas y se aseguraba la libertad de un extenso territorio llamado la Gran Colombia. Poco después, en el lago Maracaibo se vence definitivamente al español en todo el amplio espacio de lo que hoy es Colombia y Venezuela, hasta el Caribe que conecta con Haití, Cuba y las Antillas.


Menos de un año después, en mayo de 1822, José de San Martín, que había culminado su increíble campaña libertadora cruzando los Andes, venciendo al Ejercito Colonial en lo que hoy es Chile, yendo al Perú en barcos para desembarcar y derrotar al núcleo duro del Imperio en América va al encuentro de Simón Bolivar, como compañero de luchas y de sueños. Se encuentran en Guayaquil (hoy Ecuador) en una reunión de la que no dejaron actas ni documentos pero si una conducta política militar indiscutida: unieron sus fuerzas de modo tal que para diciembre de 1824 un ejército integrado por venezolanos y colombianos, peruanos y argentinos, chilenos y hasta algunos europeos se impone en la batalla de Ayacucho poniendo fin a una guerra de liberación nacional que había empezado al menos en 1809 con el desplazamiento del virrey de México.


Volvamos al comienzo, se sabe que los españoles habían derrotado los dispersos y confusos movimientos de resistencia a la invasión militar de Colón, Pizarro, Cortez, Garay desde México hasta la Patagonia. Luego derrotaron diversas rebeliones indígenas, acaso las más importante las de Tupa Amarú II y la de Tupac Katari en lo que es hoy es Perú y Bolivia entre 1780/81 pero no pudieron impedir que creciera un movimiento independentista inspirado al mismo tiempo por esas luchas y por la Revolución Francesa de 1789. Ese grupo de “americanos”, españoles venidos a la América o hijos de españoles residentes, es el que para comenzar las luchas independentistas se pone la máscara de Fernando VII como “estrategia” de lucha exitosa en el comienzo pero limitada por definición.


¿Veamos por qué?

Fernando VII fue uno de los reyes más repulsivos e impopulares del reino de España, derrotado por Napoleón genera un espacio de “ausencia de Poder Real” que va a dar lugar a la estrategia de la máscara de Fernando VII; sin romper con el orden colonial, los patriotas pretextan su ausencia para reasumir temporalmente el gobierno de las colonias. También en Buenos Aires, eso es básicamente el 25 de mayo de 1810, con sus potencialidades y sus debilidades (unirse a un sector español, sol preocupado por sus ganancias comerciales, nunca es buena idea).

Fernando VII estuvo en manos de Napoleón hasta 1814, tan miserable y pusilánime era que le escribió esta carta:


Mi mayor deseo es ser hijo adoptivo de S. M. el emperador nuestro soberano. Yo no me creo merecedor de esta adopción que verdaderamente haría la felicidad de mi vida, tanto por mi amor y afecto a la sagrada persona de S. M., como por mi sumisión y entera obediencia a sus intenciones y deseos».


Pero, en 1814, Fernando volvió al trono y comenzó una campaña de Reconquista de sus territorios coloniales, reconquista exitosa para el Imperio. En 1815 solo quedaba libre del dominio colonial los pocos territorios que gobernaba Buenos Aires y Asunción. Es en esas condiciones, ya sin mascara de Fernando VII ni disimulo alguno, que San Martín en el Sur y Bolivar en la Gran Colombia comienzan sus planes y luchas que los llevarían exactamente a Carabobo, Guayaquil y Ayacucho. Decisión, claridad de objetivos, flexibilidad táctica, la unidad como herramienta de construir mayorías son algunos de los elementos de esa estrategia.


Pero la fábula de la máscara de Fernando VII todavía tiene adeptos en nuestra América. Los que creen que hay que hablar de Capitalismo bueno, para que no molesten los imperialistas; los que dejan caer su preocupación por los derechos humanos en la Venezuela de Maduro o la Nicaragua de Ortega; los que predican que el Poder Judicial se auto corregirá, que los monopolios que dominan los precios, en primer lugar de los alimentos, se auto controlarán; los que siguen creyendo que teniendo un representante del Imperio como el miserable Massa en el gobierno calmara las fieras, y podríamos seguir largo rato.


Una y otra vez se repite el dilema, ¿qué camino seguir? Por el de la máscara de Fernando VII se logran algunos resultados rápidos y casi indoloros, pero la derrota está asegurada; por el camino de Bolivar y San Martín, todo es más difícil y doloroso, pero puede volver a ser como en Carabobo y en Ayacucho, como en la Sierra Maestra y Playa Girón.


No es tan difícil, la senda está trazada…

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